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No toda el hambre es hambre

Emma González Gamero • abr 25, 2022
El estado de ánimo influye en todas las áreas de nuestra vida, en la forma de alimentarnos también. 
Comemos por muchas razones, y pocas veces es por hambre. Nuestra avidez es el resultado de una relación compleja de rutinas alimenticias, valores culturales, de experiencias familiares previas, actitudes y creencias, el contexto en el que comemos... 
A lo largo de nuestra vida, el cerebro va registrando toda esa información y todos estos factores pueden llegar a crear un vínculo disfuncional con la comida: No siempre que sentimos hambre es por una necesidad fisiológica de alimentarnos. También existe el hambre emocional, ese apetito voraz que nos impulsa a vaciar la nevera cuando lo que nos ocurre es que nos sentimos ansiosos, vacíos, aburridos… un impulso que es aconsejable romper cuanto antes.
El hambre emocional es un trastorno de alimentación que puede estar causado por la ansiedad. Este desorden se superpone al “hambre física” hasta el punto de dejar de percibir las señales reales de hambre, de saciedad, de satisfacción, etc... 
El objetivo debe centrarse en cambiar el vínculo que existe con la comida e indagar en las causas, para no sucumbir a la ingesta por vacío emocional. Podemos romper viejas conexiones dañinas. ¿Quieres unos consejos desde la Naturopatía?
 
- Come con cabeza y corazón.
Debemos entrenar a nuestro cerebro para escoger las opciones adecuadas y eso requiere constancia y tiempo. Tan importante es qué comemos, como cómo y cuándo lo hacemos. Intenta cultivar unos hábitos alimentarios más saludables. 
 
- No te juzgues. No te culpes. Quiérete. 
¿Cómo te sientes con tu propio yo? conocer los procesos emocionales que afectan a tu manera de comer ayudará a fomentar una relación más amorosa con la comida… y contigo mismo. 
 
- Solo come. 
Nuestro estado de ánimo, las preocupaciones o lo que pensamos nos acompañan también en la mesa, influyendo en nuestro apetito y en la cantidad y la calidad de lo que comemos. Tenlo muy en cuenta. 
 
Para comenzar a tratar el hambre emocional, nos puede ayudar hacernos las siguientes preguntas:

Antes de comer
  • ¿Por qué voy a comer?
  • ¿Por hambre, ansiedad, aburrimiento?
  • ¿He tenido algún disgusto y no quiero pensar en ello ahora?
  • ¿Me siento solo o sola y no sé qué hacer?
  • ¿Qué he estado pensado y he sentido antes de comer?

Durante la comida
  • ¿Cómo estoy comiendo?
  • ¿Lo disfruto?
  • ¿Me tomo mi tiempo, o lo hago de forma precipitada e impulsiva?
  • ¿Qué pienso y siento mientras como?
  • Después de la comida
  • ¿Hay satisfacción, disgusto, o nerviosismo?
  • ¿Me culpo, me juzgo?
  • ¿Qué pienso y siento después de comer?
  • ¿Qué mensajes me proporciono?

Después de la comida

  • ¿Hay satisfacción, disgusto, o nerviosismo?
  • ¿Me culpo, me juzgo?
  • ¿Qué pienso y siento después de comer?
  • ¿Qué mensajes me proporciono?
La comida no debe convertirse en un mecanismo para regular nuestras emociones, ni como premio ni como compensación.
A veces, las necesidades que cubre la comida son difíciles de manejar sin una ayuda profesional, por tanto hay que valorar acudir a ayuda profesional para recibir el apoyo y acompañamiento necesario. Te puedo a ayudar a combatirla con alimentos y remedios naturales. 

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